La misión de cualquier consejero es facilitar el crecimiento sostenible de la empresa. Esto incluye dos conceptos muy amplios y esenciales. El crecimiento debe ser tanto económico, como de impacto, de propósito y de valor para todas las partes. Y la sostenibilidad debe ser entendida también bajo una visión amplia de supervivencia a largo plazo, incluyendo el entorno y la sociedad en la que opera.
Estos dos componentes, en la práctica, se traducen en dos funciones esenciales: la estrategia (hacia donde se dirige la organización) y el control (mitigar los posibles riesgos que aparecen en el camino). Esto implica una fuerte responsabilidad. En lo legal, es importante y grave en todo caso, donde la diligencia debida es un concepto central y que obliga a la acción (y, por tanto, la omisión implica negligencia). Pero es incluso más relevante la responsabilidad ética y de compromiso, aunque sus consecuencias externas puedan ser menos evidentes.